viernes, 11 de noviembre de 2016

Los miércoles: cocido


Por nuestro local pasan gentes de lo más variopintas. Tenemos esa suerte: la de entablar conversaciones que despliegan un gran abanico, lo que nos enriquece y nos enorgullece. Es un dar y recibir continuo. Estos días nos visitaban unos británicos muy simpáticos que nos preguntaban qué era exactamente el cocido castellano. Fuimos breves, concisos. Pero luego uno le da vueltas…

¿Qué es un cocido? ¿Sólo un puñado de garbanzos dejados en remojo la noche anterior, un morcillo, un hueso de caña, un poco de pollo, unos huesos de espinazo, un trozo de jamón añejo? ¿Chorizo, morcilla, berza, verduras de la huerta berlanguesa… ? Un cocido es mucho más que eso.

Un cocido es paciencia, un cocido es prudencia, es una danza de sabores que en conjunto produzcan regocijo. Porque quien pide un cocido pide más que una sopa castellana y unos garbanzos con carne y verduras. Pide reconfortar el cuerpo de las bajas temperaturas castellanas para reconfortar el alma.

Un cocido bien hecho, hecho con mimo, a fuego lento, con el ingrediente mágico que le confiere hacerlo a sabiendas del efecto al paladar pero sobre todo del efecto casi maternal que produce al comerlo, es tocar el cielo. Es retrotraer al comensal a la infancia en familia, a la mesa bien puesta, al calor de una chimenea, a las conversaciones cara a cara sin móviles ni televisión que nos descentre de lo verdaderamente importante: el calor humano alrededor de una mesa.


Eso intentamos cada miércoles, que este plato tan tradicional, sin duda el plato estrella de la gastronomía española, remueva fibras, remueva emociones, para que vuelvas aquí, para que vuelvas a ti.

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