Setas, hongos, verduras de la huerta berlanguesa, pan de pueblo. Por supuesto el lechazo junto con una buena panceta adobada para elaborar los inigualables torreznos sorianos. Tomillo y romero, los aromas de nuestra tierra. Porque Soria huele a tomillo o romero por doquier.
La seta de cardo, tan escasa este año por la ausencia de lluvias, con su ajito y al punto de sal. La sencillez en su máxima expresión, la violeta de las setas. El perrechico, o seta de San Jorge, típica de primavera, pero que puede aparecer en verano o en otoño, de carne blanca, firme y compacta, de agradable olor y sabor. El níscalo, desde los bosques jóvenes de coníferas que resultan deliciosos al ajillo o a la plancha con un hilo fino de aceite.
De los hongos echamos mano del Boletus Edulis, de infinitas posibilidades. Nosotros presumimos de nuestras manitas rellenas, pero en su reducción de Pedro Ximénez, combinado con un buen foie es también un manjar. Y la guinda del pastel: la trufa soriana. Escarbada del alma de nuestros montes de encinas, viene a aromatizar y dar gusto a varios platos. El más sencillo, si cabe, nuestros huevos fritos ecológicos trufados.
Todos estos ingredientes nacen de las entrañas de nuestra tierra, como el trigo con el que se elabora la harina de nuestro pan de pueblo, horneado del día, sin ningún tipo de conservante. Pero hay algo que nos distingue de los demás: nuestro ingrediente secreto. ¿Lo vienes a descubrir?
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